domingo, 20 de mayo de 2012



“LA VERDAD ESTÁ EN LA MENTIRA, LA MENTIRA ESTÁ EN LA VERDAD


Por: Marcelo Muñoz Alquinta


“La verdad está en la mentira, la mentira está en la verdad”  así declamaba con furor el querido Gollo Paredes en los recitales poéticos realizados a escondidas por ahí por el año 76 en Valparaíso en el resistente “Boliche la Obra”. Yo cabro casi imberbe junto con mi cumpa del Liceo nos despertábamos de la modorra  que nos producían los lectores de poesía rimbombante, explosiva o sensiblera que pululaban por esos tiempos. No me la estoy dando de lúcido precoz, sólo digo que nos  despertaba. El Gollo trabajaba en el puerto de Valparaíso, había estudiado en el Bellas Artes y era esa rara mezcla de bohemio porteño,  artista renacentista y  arqueólogo de película. Ver aparecer al Gollo era para nosotros, cabros liceanos que adorábamos el rock progresivo de Los Jaivas y Pink Floyd, como ver emerger ante los ojos a un ícono pop, más cerca de la psicodelia chamánica que de la militancia estricta.

 El “Boliche la Obra” era un alucinante local en los altos de un edificio antiguo de Valparaíso donde los más increíbles personajes de la cultura y la música convivían bajo el mismo techo. Un techo muy frágil que aún así resistía el embate del temporal de granizos cívicos y de relámpagos militares. La cultura que ahí existía era muy especial. Coexistían  el arte político y el vanguardista, convivencia obligada, creo por la necesidad de hacerle  oposición a la cultura alienante de la “entretención” patrocinada por los milicos bárbaros  y los civiles mercachifles.

 La concurrencia se calentaba los huesos calados de miedo y de frío con un” vino navegao” de antología, muy parecido al glögg servido en tazas de té, que  reconfortaba el cuerpo y el alma,  brebaje de solidaria pureza que alegraba a sobrevivientes y muertos en vida.
Para matar el hambre se podía acceder por un módico precio a  unas empanadas "clandestas"  y algún que otro sanguchito de queso de cabra con pebre.

 La memoria engañosa me sopla que ahí vi a los poetas y artistas más importantes de ese tiempo; si alguien se acuerda de otra cosa que me ayude gärna, sé que a muchos de los que llegaron a Estocolmo con “aerolíneas Pinochet” los divisé alguna vez en las penumbras juveniles del bolichito.

El Gollo era muy  interesante para los adolescentes que habíamos quedado con el puro gustito a  la Unidad Popular. Silencioso y estoico, sentado con un casco estilo Romano en la cabeza en medio del público, esperaba el momento indicado para gritar su frasecita; que aparecía contradictoria en momentos que se entendían como rabiosamente consecuentes. Entre todo esto desde los parlantes de la precaria amplificación del local, una voz en “off” le contestaba lo mismo.

 ¿Qué quería decirnos?

Ojalá lo viese de nuevo pa preguntarle y saludarlo afectuosamente,  aunque ya la respuesta llegaría atrasada.

La frase de aquella noche se nos quedó clavada para el resto de los días como una especie de  brújula, antídoto, sahumerio, balas de plata, pata de conejo en contra de las verdades mentirosas y las mentiras verdaderas.

 ¿Por qué crestas me acordé de esto y me puse a escribir recuerdos de más de cuatro décadas? Si el Kabezanegra me dijo que siguiera en la onda del artículo anterior.

¿Será porque en el camino de exponer  ciertas impresiones, ideas, aspiraciones (y para hablar con los poetas dormilones) sueños, me llevan a despertar el adhd contestatario y adolescente?

 ¿Será porque la lógica mercantil parece  enquistada en los más recónditos rincones del lenguaje y de las mentes actuales en las que el vino navegao no tendría cabida como consuelo solidario entre tanto gil  picao a sommelier ?

¿Será porqué el hacer música en el otro hemisferio rodeados por  otro idioma, por otra economía, por otra cultura, nos deja expuestos, con un casco Romano en la cabeza pero sin la voz en “off” que se haga eco de nuestras palabras?

¿Será porque queremos salvar el abismo entre el tercermundismo casi genético que llevamos por dentro a punta de leer los manuales de funcionamiento del primer mundo?

¿Será que el estudiar creyéndonos el berättelse puede transformarnos en  Lautaros light;  postmodernistas ciegos al neocolonialismo?

… O será porque lisa y llanamente nos está haciendo falta un boliche en Estocolmo.

¿Me estoy yendo muy  en la profunda?

Volvamos al Gollo mejor, “La verdad está en la mentira, la mentira está en la verdad”.


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