“LA VERDAD ESTÁ EN LA
MENTIRA, LA MENTIRA
ESTÁ EN LA VERDAD”
Por: Marcelo Muñoz Alquinta
“La verdad está en la mentira, la mentira está en la verdad” así declamaba con furor el querido Gollo
Paredes en los recitales poéticos realizados a escondidas por ahí por el año 76
en Valparaíso en el resistente “Boliche la Obra”. Yo cabro casi imberbe junto
con mi cumpa del Liceo nos despertábamos de la modorra que nos producían los lectores de poesía
rimbombante, explosiva o sensiblera que pululaban por esos tiempos. No me la
estoy dando de lúcido precoz, sólo digo que nos despertaba. El Gollo trabajaba en el puerto de
Valparaíso, había estudiado en el Bellas Artes y era esa rara mezcla de bohemio
porteño, artista renacentista y arqueólogo de película. Ver aparecer al Gollo
era para nosotros, cabros liceanos que adorábamos el rock progresivo de Los
Jaivas y Pink Floyd, como ver emerger ante los ojos a un ícono pop, más cerca
de la psicodelia chamánica que de la militancia estricta.
El “Boliche la Obra” era un alucinante local
en los altos de un edificio antiguo de Valparaíso donde los más increíbles
personajes de la cultura y la música convivían bajo el mismo techo. Un techo
muy frágil que aún así resistía el embate del temporal de granizos cívicos y de
relámpagos militares. La cultura que ahí existía era muy especial. Coexistían el arte político y el vanguardista,
convivencia obligada, creo por la necesidad de hacerle oposición a la cultura alienante de la
“entretención” patrocinada por los milicos bárbaros y los civiles mercachifles.
La concurrencia se calentaba los huesos
calados de miedo y de frío con un” vino navegao” de antología, muy parecido al glögg servido en tazas de té, que reconfortaba el cuerpo y el alma, brebaje de solidaria pureza que alegraba a
sobrevivientes y muertos en vida.
Para matar el
hambre se podía acceder por un módico precio a unas empanadas "clandestas" y algún que otro sanguchito de queso de cabra
con pebre.
La memoria engañosa me sopla que ahí vi a los
poetas y artistas más importantes de ese tiempo; si alguien se acuerda de otra
cosa que me ayude gärna, sé que a
muchos de los que llegaron a Estocolmo con “aerolíneas Pinochet” los divisé
alguna vez en las penumbras juveniles del bolichito.
El Gollo era muy interesante para los adolescentes que habíamos
quedado con el puro gustito a la Unidad
Popular. Silencioso y estoico, sentado con un casco estilo Romano en la cabeza
en medio del público, esperaba el momento indicado para gritar su frasecita;
que aparecía contradictoria en momentos que se entendían como rabiosamente
consecuentes. Entre todo esto desde los parlantes de la precaria amplificación
del local, una voz en “off” le contestaba lo mismo.
¿Qué quería decirnos?
Ojalá lo viese de nuevo pa preguntarle y
saludarlo afectuosamente, aunque ya la
respuesta llegaría atrasada.
La frase de
aquella noche se nos quedó clavada para el resto de los días como una especie
de brújula, antídoto, sahumerio, balas
de plata, pata de conejo en contra de las verdades mentirosas y las mentiras
verdaderas.
¿Por qué crestas me acordé de esto y me puse a
escribir recuerdos de más de cuatro décadas? Si el Kabezanegra me dijo que
siguiera en la onda del artículo anterior.
¿Será porque en
el camino de exponer ciertas
impresiones, ideas, aspiraciones (y para hablar con los poetas dormilones)
sueños, me llevan a despertar el adhd contestatario y adolescente?
¿Será porque la lógica mercantil parece enquistada en los más recónditos rincones del
lenguaje y de las mentes actuales en las que el vino navegao no tendría cabida
como consuelo solidario entre tanto gil picao
a sommelier ?
¿Será porqué el
hacer música en el otro hemisferio rodeados por
otro idioma, por otra economía, por otra cultura, nos deja expuestos,
con un casco Romano en la cabeza pero sin la voz en “off” que se haga eco de
nuestras palabras?
¿Será porque
queremos salvar el abismo entre el tercermundismo casi genético que llevamos
por dentro a punta de leer los manuales de funcionamiento del primer mundo?
¿Será que el
estudiar creyéndonos el berättelse puede
transformarnos en Lautaros light; postmodernistas ciegos al neocolonialismo?
… O será porque
lisa y llanamente nos está haciendo falta un boliche en Estocolmo.
¿Me estoy yendo
muy en la profunda?
Volvamos al Gollo
mejor, “La verdad está en la mentira, la mentira está en la verdad”.
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