El KabezaNegra, víctima feliz de una tocata, desde la KGB (Malskillndasgatan 45), dice:
La banda en acción con Allende de fondo (facebook.com/charkikan)
La voluptuosa y melódica noche tuvo como escena de jolgorio el subterráneo de la KGB. Dadas las condiciones no tan celestiales del local y la facha variopinta del público, daba la sensación de estar más bien en el sótano de una quinta de recreo en una ciudad perdida (y no ba jo el hálito angelical del Estocolmo que de día conocemos). El público –al amparo de las lágrimas de una lámpara colgante tipo flor exótica-, acalorado y sudoroso parecía retorcerse de éxtasis. Abrazados por el humo que suele enturbiar el aire de las discos, y rodeados por el olor penetrante a hormonas y a perfume de sábado por la noche, hasta el más tímido de los espectadores parecía hipnotizado. Completando la escena, un par de rusas como sacadas de la mejor película de Bond (por no decir de la mejor triple X, debido a la censura); y ante Uds., señoras y señores, uno de los conciertos latinoides más candentes y mejor bailados de los últimos meses.
Para muchos de quienes venimos siguiendo como penitentes adictos a esta banda, el gig de la KGB ha sido, sin lugar a dudas, uno de los mejores momentos de Charkikán, no sólo por la calidad del sonido desplegado esta noche, o por la admirable organización de la tocata (a cargo de DJ Félix), sino también por la atmósfera cargada de alusiones políticas creada por los músicos, quienes inteligentemente nos ofrecieran una pista de baile literalmente tapizada con fotos de Pinocho y sus secuaces. Qué mejor día que un 11 de septiembre para zapatearle en la cara a los malparidos esos, y chorrearles la cara con cerveza y toda clase de jugos humanos. Como por ahí más tarde me contaran la Juana y la María, “esta noche Charkikán tuvo al público que se merecía, desde las rusas de la KGB -pasando por los uruguayos más regios-, hasta el sueco más desorbitado y prendido”. Dicen por ahí que la calidad de una banda se define por sus adeptos. No sin razón los presentes coreaban a gritos el “Mambo de Masmo” o el ilustrativo “En Estocolmo estamos todos medios locos”.
Pinocho y sus secuaces por el piso
¿Será acaso que esa noche intuíamos que El Mago (Claudio Torrejón Hernández, primera guitarra eléctrica y voces) y los súperheroes de la banda acudirían a nosotros con un mensaje del más allá? Así parece, porque en mitad de la tocata apareció Marcelo Muñoz Alquinta (batería) frente al escenario declamando: “como el cantante esta tímido, les queríamos contar nomás, que a pesar de que había otras fechas pa juntarnos, decidimos tomar hoy porque a pesar de todo lo que ha pasado y lo que ha sucedido durante estos años quisimos hacer, en el mejor espíritu de Alejandro Jorodowsky, un pequeño acto sicomágico, entonces, al pinochet y todos esos milicos de mierda los vamos a pisar y nos vamos a olvidar de ellos hoy día y para siempre”. ¡Y menudo acto compadre!
Una de las tantas cosas que KabezaNegra al teclado tenía que averiguar esa noche es por qué diablos una banda que se encuentra a tantas leguas marinas de Chile ha de tener un nombre tan chilescote como el que tiene. Marcelo tras bambalinas nos contaba: “Al Mago se le ocurrió ese nombre porque el Charkikán es eso po: una mezcla de weás”. No en vano los sones charkikaneros son una especie de lograda degeneración de cumbias y variados ritmos latinos, que con ingenio y talento al más puro estilo maestro chasquillas, los músicos de esta banda han venido desarrollando hasta convertirlos en un sello musical identitario, que hasta al chileno más olvidado de Fittja o Masmo pondría a bailar sobre las mesas. Eso es lo mejor de los charkikanes: sus ritmos, sus letras, y su lúdica propuesta visual, que dejan en claro que lo mejor del Cono Sur también puede cocinarse fuera del terruño chilensis, y mezclando legados musicales, historias y anécdotas de todas partes del mundo. Al Mago y a Marcelo se les unen en esta original propuesta Rino Saavedra (guitarrista, de gran facha, que más de algún suspiro saca con su estilo concentrado y cosmopolita), Nicolás Lazo Zubieta (el Niño Maravilla, saxo, clarinete, teclados, güira, y sonidos onomatopéyicos que nos hacen dudar si estamos ante un ser humano), y desde no hace mucho Cristián Guerra Jorquera (bajista, porteño y trigueño de mirada tierna y mucho ritmo) y Adrian Holmström (alias charkiman, trombón y danzas de ciencia ficción).
Sin que hayan anunciado más conciertos por el momento, no queda otra que esperar el disco que por estos días se encuentran grabando. Mientras tanto, un regalito musical para Uds.