lunes, 29 de noviembre de 2010

Banda del mes

El Kabezanegra, desde Midsommarkransen, pregunta:
Sona Vivaz
¿En qué momento nace una banda?

El amanecer está tan cerca. David Douhan en el ‘Mali-Sweden Voices Festival’.

Por: Alejandra Donoso

Una de las preguntas más comunes que se puede plantear a una banda es cuándo y cómo se ha gestado. Muchos artistas elucubrarán, de seguro, una serie de respuestas a lo largo del camino. No es fácil identificar el momento exacto en que nace un nuevo talento, ni tampoco definirlo en sus comienzos. En muchos casos se trata de ‘proyectos’ de banda, de un peregrinar entre antiguos y nuevos integrantes, de ‘intentos’ por encontrar una marca identitaria o una propuesta musical novedosa.

Si bien los comienzos pueden ser tormentosos y el camino enredado a más no poder, el público –fiel amigo o desfachatado crítico- puede muchas veces servir de perro sabueso a la hora de catalogar a una banda. Por eso, el día del concierto, el Kabezanegra más escéptico que de costumbre, se acercó a los radares públicos para intentar saber más sobre este grupo. Muchos de quienes dijeron haber visto a Sona Vivaz en variadas ocasiones irrumpieron en calurosas y entusiastas palabras. ”Los Sona están mejor ahora, se nota el aporte de los nuevos integrantes”, coreaban algunos. Y es que eso queda claro, los arreglos con las voces (Nicolás Lazo Zubieta y Safoura Safavi) y los vientos (Alexandra Nilsson, Joakim Toftgård) han generado un cambio que probablemente lleve a esta banda por nuevos rumbos. ¿Serán ahora capaces de, en conjunto, dar a luz un producto que les permita despegar y desarrollar una personalidad única?

Sona Vivaz puede haber tenido su primer despegue durante el concierto del día sábado 12 de noviembre en el escenario del mítico Café Global (Tellus förening, Midsommarkransen). Como lo expresara uno de sus –actualmente- diez integrantes, el futuro de la banda es todavía una página en construcción, y se encuentran trabajando con firmeza en el trazado de la nueva ruta.

Sona Vivaz en Södertälje

Max Aroven (guitarra y letras), nos explicaba que la mayor parte del proceso creativo es colectivo; mientras él trabaja con los textos, Micke Aroven (bajo), David Douhan (guitarra) y Göran ’Tazzan’ Norberg (teclados) van trabajando con las melodías, de modo que la banda va recibiendo en el camino una serie de eclécticas influencias. Eso se nota, indudablemente, en la mezcla de estilos interpretativos, y en las letras de las canciones, que navegan desde el romanticismo a la crítica medioambientalista. Se echa de menos el sueco en sus canciones, lo que podría permitirles, tal vez, llegar a un público más amplio.

Sona Vivaz, diez integrantes/historias de músicos relativamente jóvenes y cuyas raíces musicales podrían estar ubicadas en latitudes irreconciliables del mundo, con influencias de ritmos latinos y europeos, como ellos mismos los califican. ¿Cómo congeniar con elementos y aportes tan heterogéneos?

Quizá la ventaja de una banda como esta respecto de otras que exudan experiencia es la energía de quien todavía se encuentra en un proceso de búsqueda. Lo que queda por hacer es –sin duda- poner orden en la orquesta. Textos más atrevidos y mayor cohesión grupal harían, sin dudas, maravillas. ”El futuro es ahora”, dicen algunos. El Kabezanegra está de acuerdo.

Sona Vivaz en Café Global

viernes, 29 de octubre de 2010

Banda del mes:
Charkikán
Zapatéandole a los tiranos

El KabezaNegra, víctima feliz de una tocata, desde la KGB (Malskillndasgatan 45), dice:


La banda en acción con Allende de fondo (facebook.com/charkikan)

El acalorado concierto ofrecido el recién pasado 11 de septiembre por la banda Charkikán, no sólo coincidió con un día particular, sino también con un año que como KabezasNegras, nos marca cual hierro candente al condenado rebaño. A 37 años del golpe de estado en Chile, y a 200 años de la llamada Independencia del yugo español, esta tibia y plácida noche de un jueves otoñal cualquiera, pasó a convertirse en una conmemoración tránsfuga y rebelde de la historia compartida por muchos latinoamericanos. Nada que celebrar, sí mucho que sentir, y razones de sobra para estrujarnos al son rabioso de las cumbias porteñas de esta banda que ya es ícono para muchos de aquellos que pululamos como ciudadanos del mundo por aquellos ritmos vilipendiados de antaño, pero que hoy por hoy constituyen unas de las cepas musicales más jugosas y bailables de las europas multiétnicas.

La voluptuosa y melódica noche tuvo como escena de jolgorio el subterráneo de la KGB. Dadas las condiciones no tan celestiales del local y la facha variopinta del público, daba la sensación de estar más bien en el sótano de una quinta de recreo en una ciudad perdida (y no ba jo el hálito angelical del Estocolmo que de día conocemos). El público –al amparo de las lágrimas de una lámpara colgante tipo flor exótica-, acalorado y sudoroso parecía retorcerse de éxtasis. Abrazados por el humo que suele enturbiar el aire de las discos, y rodeados por el olor penetrante a hormonas y a perfume de sábado por la noche, hasta el más tímido de los espectadores parecía hipnotizado. Completando la escena, un par de rusas como sacadas de la mejor película de Bond (por no decir de la mejor triple X, debido a la censura); y ante Uds., señoras y señores, uno de los conciertos latinoides más candentes y mejor bailados de los últimos meses.


El público en pleno éxtasis

Para muchos de quienes venimos siguiendo como penitentes adictos a esta banda, el gig de la KGB ha sido, sin lugar a dudas, uno de los mejores momentos de Charkikán, no sólo por la calidad del sonido desplegado esta noche, o por la admirable organización de la tocata (a cargo de DJ Félix), sino también por la atmósfera cargada de alusiones políticas creada por los músicos, quienes inteligentemente nos ofrecieran una pista de baile literalmente tapizada con fotos de Pinocho y sus secuaces. Qué mejor día que un 11 de septiembre para zapatearle en la cara a los malparidos esos, y chorrearles la cara con cerveza y toda clase de jugos humanos. Como por ahí más tarde me contaran la Juana y la María, “esta noche Charkikán tuvo al público que se merecía, desde las rusas de la KGB -pasando por los uruguayos más regios-, hasta el sueco más desorbitado y prendido”. Dicen por ahí que la calidad de una banda se define por sus adeptos. No sin razón los presentes coreaban a gritos el “Mambo de Masmo” o el ilustrativo “En Estocolmo estamos todos medios locos”.

Pinocho y sus secuaces por el piso

¿Será acaso que esa noche intuíamos que El Mago (Claudio Torrejón Hernández, primera guitarra eléctrica y voces) y los súperheroes de la banda acudirían a nosotros con un mensaje del más allá? Así parece, porque en mitad de la tocata apareció Marcelo Muñoz Alquinta (batería) frente al escenario declamando: “como el cantante esta tímido, les queríamos contar nomás, que a pesar de que había otras fechas pa juntarnos, decidimos tomar hoy porque a pesar de todo lo que ha pasado y lo que ha sucedido durante estos años quisimos hacer, en el mejor espíritu de Alejandro Jorodowsky, un pequeño acto sicomágico, entonces, al pinochet y todos esos milicos de mierda los vamos a pisar y nos vamos a olvidar de ellos hoy día y para siempre”. ¡Y menudo acto compadre!

Una de las tantas cosas que KabezaNegra al teclado tenía que averiguar esa noche es por qué diablos una banda que se encuentra a tantas leguas marinas de Chile ha de tener un nombre tan chilescote como el que tiene. Marcelo tras bambalinas nos contaba: “Al Mago se le ocurrió ese nombre porque el Charkikán es eso po: una mezcla de weás”. No en vano los sones charkikaneros son una especie de lograda degeneración de cumbias y variados ritmos latinos, que con ingenio y talento al más puro estilo maestro chasquillas, los músicos de esta banda han venido desarrollando hasta convertirlos en un sello musical identitario, que hasta al chileno más olvidado de Fittja o Masmo pondría a bailar sobre las mesas. Eso es lo mejor de los charkikanes: sus ritmos, sus letras, y su lúdica propuesta visual, que dejan en claro que lo mejor del Cono Sur también puede cocinarse fuera del terruño chilensis, y mezclando legados musicales, historias y anécdotas de todas partes del mundo. Al Mago y a Marcelo se les unen en esta original propuesta Rino Saavedra (guitarrista, de gran facha, que más de algún suspiro saca con su estilo concentrado y cosmopolita), Nicolás Lazo Zubieta (el Niño Maravilla, saxo, clarinete, teclados, güira, y sonidos onomatopéyicos que nos hacen dudar si estamos ante un ser humano), y desde no hace mucho Cristián Guerra Jorquera (bajista, porteño y trigueño de mirada tierna y mucho ritmo) y Adrian Holmström (alias charkiman, trombón y danzas de ciencia ficción).

Sin que hayan anunciado más conciertos por el momento, no queda otra que esperar el disco que por estos días se encuentran grabando. Mientras tanto, un regalito musical para Uds.